A muchos de nosotros nos encanta el sexo y es que es una de las actividades que más nos gusta hacer con nuestra pareja. Sin embargo, cuando ya llevamos unos años juntos, lo normal es que la llama se vaya apagando lentamente y con ello empecemos a caer en la rutina. Esto es algo muy habitual en muchas parejas, sin embargo, la realidad es que no siempre tiene por que ser así, dado que en la actualidad vivimos en un mundo mucho más abierto y liberal. Así, de un tiempo para esta parte, en parte gracias a internet, vamos conociendo nuevas técnicas para practicar sexo y salir de la rutina del día a día. Desde disfraces, juguetes, velas, escapadas románticas y hasta cuerdas. Y es que de todas las prácticas sexuales que podemos llevar a cabo, la de las cuerdas es una de las más desconocidas y de las que más historias guardan. Es por ello por lo que a continuación os hablaremos del shibari y del bondage, dos técnicas sexuales para jugar con cuerdas que cuentan con mucha historia.
Para comenzar este acercamiento os queremos contar que significa bondage y esto no es más que una práctica sexual en donde usamos ataduras y hay quienes la consideran una expresión artística. En este caso, se trata de que una persona ata total o parcialmente a su pareja con ayuda de cuerdas (de preferencia de algodón, para evitar que alguien salga lastimado) y teniendo como límite el dolor, pues el bondage no utiliza el dolor como fuente de placer.
En el bondage una persona domina o la otra se entrega, así que la persona atada estará en plena disposición de su pareja, al menos en el momento en que se está realizando la práctica sexual. Por ello, es necesario que haya una perfecta comunicación, para que la satisfacción se de en un margen de confianza y respeto mutuo. Además, en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de 50 sombras de Grey, se ha estado hablando mucho del bondage, pero no se trata de algo novedoso, es algo de lo que ya se conocía desde la antigüedad en Japón, esta técnica sexual estaba reservada a las clases sociales más altas y refinadas.
Si bien, como os decimos, la práctica del bondage se ha de llevar a cabo siempre con cuerdas de primera calidad, de preferencia de algodón, para evitar que alguien salga herido, por lo que, si vosotros estáis pensando en practicar esta técnica sexual, nosotros os recomendamos que recurráis a cuerdas de primer nivel. Así, Cuerdas Valero puede ser vuestro mejor aliado y es que ellos son fabricantes de cuerdas, por lo que conocen mejor que nadie cada una de sus propiedades y, como es lógico, os recomendarán las mejores para este uso tan poco convencional de ellas.
Por su parte, el nacimiento del shibari fue a partir de la II Guerra Mundial y está íntimamente relacionado con el mundo de la erótica, del porno y el BDSM. Los soldados americanos que se encontraban en bases japonesas, entraron en contacto con algunas revistas BDSM en las que había cierta imaginería de personas atadas en situaciones eróticas. Y es que para una cultura como la japonesa en la que es prácticamente norma el hecho de ocultar las emociones, era un contenido altamente erótico mostrar las caras y expresiones faciales de alguien siendo “torturado” de esa manera. Es por ello por lo que no es difícil imaginar el impacto que tenían este tipo de imágenes en la sociedad japonesa. A los soldados les encantó y de ahí surgieron los primeros contactos occidentales con el mundo del shibari ya que los japoneses supieron cómo aprovechar el tirón.
¿Qué aspectos debemos de considerar a la hora de llevar a cabo estas prácticas?
Para empezar, cabe remarcar que el shibari, así como el bondage, no es una práctica de sometimiento si no que parte de la igualdad. El desequilibrio está en el control; y el poder en el acceso a recursos, pero tendemos a confundir el shibari con el bondage occidental y la realidad es que el shibari es el arte erótico del bondage japonés.
El shibari como práctica puede llevarnos a estados alterados de consciencia y de ese modo, llegar a conectar con cosas de nuestra vida que pueden o no estar relacionadas con la erótica y que salen sin filtro alguno, por eso hay que tener muy en cuenta con quien practicarlo y el entorno en el que se lleva a cabo.