Se dice que en cada historia de una pareja hay tres lados: el lado de ella, el lado de él y la verdad. Cuando las parejas no pueden comunicarse de manera efectiva, una tercera persona objetiva y formada profesionalmente puede ser un recurso importante en la recuperación de la comunicación y de otros aspectos que se hayan podido ver dañados por distintas circunstancias.
¿Lo necesito?
Incluir la terapia en nuestras vidas es algo cada vez más común. Quizá hayamos asimilado que una persona, en diferentes momentos de su trayectoria vital, puede necesitar acudir a un terapeuta, y ese aspecto lo tenemos más normalizado. Sin embargo, la terapia de pareja no es algo que se de tan a menudo y tendemos a asimilar estos procesos con una gran crisis entre dos personas que, se supone, se aman. La realidad es que considerar la terapia como un aspecto integral de una vida saludable, nos libraría de los prejuicios que podemos tener aún, y acercaría a muchas parejas a estos procesos antes de verse inmersos en una crisis, utilizando estas sesiones como medida preventiva para mantener la salud en su relación.
Al contrario de lo que ocurre en otro tipo de psicoterapias, no es necesario tener un diagnóstico de enfermedad mental para solicitar estos servicios, porque en estos casos, lo que se trata es la relación y a las personas que la forman, no a alguien de forma individual. El hecho es que las relaciones pueden ser muy variables, porque ante una misma situación cada miembro de la pareja puede reaccionar de forma muy diferente. Al tratarse de dos personas distintas, educadas en entornos diferentes, los problemas se viven y se intentan resolver de formas distintas y eso puede llevar a desacuerdos o a agravar incluso más el conflicto. A no ser que haya habido un detonante claro, que somos capaces de identificar como el inicio del problema en cuestión, muchas de las veces, discusiones o desencuentros que podemos creer como parte de las fases que atraviesa una relación, se repiten una y otra vez y se van enquistando creando una distancia emocional entre la pareja, que puede volverse insalvable, si no se le busca solución. Según, Maribel Paz, psicóloga especializada en terapia de parejas, contar con la ayuda de un profesional que no juzga ni etiqueta, crea un clima de confianza, donde sentirse libres de expresar opiniones y sentimientos, donde poder empezar a solucionar aquello que nos preocupa, o incluso el problema de fondo, del cual no éramos conscientes hasta que se empieza a trabajar juntos.
Motivos comunes
El mejor indicador para saber si es necesaria la terapia es sentir malestar en tu relación de pareja, unido a el querer solucionarlo. Para tomar la decisión de acudir a un profesional es importante que los dos miembros de la pareja estén de acuerdo, ya que la mayoría de profesionales coinciden en que la mayor carga de trabajo, entre la pareja, se hace fuera de la consulta. Aún así, que uno de los dos se niegue a acudir no quiere decir que empezar en solitario sea un error. Sin duda, poder desahogarse con un profesional nos ofrece nuevas pautas que nos hacen comunicarnos, actuar y relacionarnos de manera distinta, lo que puede propiciar cambios para que la situación mejore. Y con el tiempo, puede que todos esos cambios ayuden a tomar la decisión de acudir juntos.
Las causas por las que se suele acudir al psicólogo de pareja son variadas y especificas de cada relación, pero podemos identificar cuáles son los problemas más comunes:
- Principalmente, suele acudirse a terapia por problemas en la comunicación: los problemas cotidianos y los conflictos del día a día, así como las peculiaridades de cada uno, pueden desencadenar en discusiones inútiles y destructivas, en las que ambas personas sufren, sin llegar a ninguna solución. También puede ocurrir todo lo contrario, que no se hable y no se comuniquen y la relación vaya muriendo. Asistir a las sesiones de terapia puede servir para introducir en nuestra pareja unas dinámicas de comunicación directa y honesta, donde los puntos de vista de cada uno lleguen a ser respetados.
- La infidelidad es el problema con el que todo el mundo identifica este tipo de terapia. Los sentimientos de desconfianza que genera este tipo de traición, son difíciles de superar, pero no por ello se trata de una relación herida de muerte. Los celos, la inseguridad y la falta de confianza, aún cuando no haya habido deslealtad por ninguna de las partes, son problemas a los que podemos poner solución a base de llevar a cabo un trabajo enfocado en ello.
- Problemas con las relaciones íntimas: cuando hay poca armonía en las relaciones íntimas y en la expresión de la afectividad, es un buen momento para plantearse la ayuda profesional. Estos problemas van mucho más allá de la sexualidad, ya que involucra variedad de situaciones. Ser capaces de ir recuperando cosas tan sencillas como las caricias, mirarse a los ojos o mantenerse abrazados, momentos que a veces escasean en las relaciones que se encuentran dañadas, pueden ayudar a “romper el hielo” y recuperar una intimidad que se había enfriado.
- Cuando se producen grandes cambios: en momentos clave de la relación en las que hay que tomar decisiones que afectarán a nuestro futuro, como cuando decidimos casarnos o formar una familia, si hay discrepancias o conflictos, la terapia de pareja nos puede ofrecer un espacio seguro donde cada parte de la relación encontrará herramientas para expresar expectativas que antes no sabía cómo expresar y dónde podrán comunicarse de forma más honesta.
- La llegada de los hijos: aunque es una experiencia muy feliz, suele ser un punto de inflexión en la relación, ya que debemos ajustarnos a una nueva vida y a unos nuevos roles dentro de la familia. La falta de tiempo para uno mismo y para la pareja, sumados al cansancio, puede hacer que la relación se resienta. La terapia puede ayudarnos a recuperar momentos de intimidad, a través de la aplicación de nuevas estrategias eficaces que nos ayuden a adaptarnos a la nueva situación.
Si bien, hay numerosas ocasiones en las que acudir a terapia de parejas es una buena opción, hay ciertas situaciones en que los problemas son tan graves, como es el caso de la violencia y las amenazas, que no hay que plantearse la posibilidad de acudir a terapia. En estos casos, lo principal para la víctima es dejar la relación y buscar el apoyo, también psicológico, necesario para empezar una nueva vida lejos de esa pareja.
El proceso
Aunque cada profesional tiene su manera de llevar a cabo su trabajo, normalmente el proceso suele empezar con una primera entrevista con la pareja. Se trata de una primera toma de contacto donde se recoge información sobre sus datos personales, el tiempo que llevan de relación, si tienen hijos, cómo han tomado la decisión de acudir, por qué motivo, si ya han realizado terapia con anterioridad, el nivel de motivación de cada uno…En esta primera sesión el terapeuta también puede dar a conocer a grandes rasgos, cómo suele desarrollarse el proceso, su forma de trabajar, y alguna primera norma básica para las sesiones, como puede ser respetar el turno de palabra, algo básico para que ambos puedan expresarse y el terapeuta pueda escucharlos. Con todos estos datos se puede establecer la periodicidad de las sesiones, dependiendo de la disponibilidad de la pareja y del criterio del terapeuta, y se pueden establecer los objetivos de la terapia.
La duración dependerá tanto de la pareja como de los problemas que se estén resolviendo. Para algunas parejas unas cuantas sesiones pueden ser suficientes y otras acuden durante años. En general, lo aconsejable sería seguir visitando al terapeuta hasta que hayamos alcanzado los objetivos que nos habíamos propuesto y hasta que sintamos que hemos interiorizado las herramientas que hemos conocido durante el proceso, con la seguridad de que somos capaces de aplicarlas en nuestro día a día.
Según José Bustamante, secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología, “la terapia es mucho más eficaz si se acude nada más comenzar a notar el malestar en la relación, que si se deja pasar el tiempo hasta que el desgaste pueda más que cualquier otra cosa”. De hecho, le atribuye a la terapia un éxito del 70%, siendo más alto si la pareja acude antes, o como mucho, dos años después de la aparición del problema. Hoy en día, la realidad es distinta, siendo la media de cinco a seis años, para acudir a terapia. Aun así, los datos indican que alrededor del 75% de las parejas que acuden a terapia informan de una mejoría en la satisfacción con la relación.
La terapia es, por tanto, un recurso más, cada vez menos estigmatizado, del que las parejas pueden hacer uso bien para recuperar lo que perdieron y afrontar el futuro con una base más sólida, como para darse cuenta de que la relación se ha terminado, siendo capaces de aceptarlo y afrontarlo, sin tener que vivirlo con la sensación de derrota, ya que, en muchos casos, finalizarla será la mejor solución para ambos.