Para muchos, la Vía de la Plata, es considerada como el Camino de Santiago sureño. Si bien es cierto que se une al conocido como Camino Principal en algún punto y, en la actualidad, esta ruta, culmina allí (si el peregrino así lo quiere), la realidad difiere bastante. La Vía de la Plata, es una ruta milenaria que, unía Mérida con Astorga en aquellos tiempos en los que España, era Hispania y Santiago Apóstol no había llegado a Galicia en peregrinación (o huida) de su tierra media.
El camino, conocido como Vía de la Plata, transcurre enteramente por España y tiene su origen en la calzada romana que une Mérida con Astorga, como ya hemos comentado. Su construcción, se inicio en el siglo II a.C. fecha que indica claramente que su origen es anterior a la aparición de Santiago en nuestras vidas y el culto que se le profesa y deja más que claro que su vinculación al Camino, es posterior y no primigenia. Los emperadores más progres y posteriores a la construcción del camino entre Astorga y Mérida, seguro que os suenan nombres tan potentes como Tiberio, Trajano y Adriano, decidieron extender esa vía hacia Santiponce (más conocida como Itálica en aquellos tiempos), Sevilla (Hispalis para los romanos del momento) y Cádiz (Gades para los allí presentes).
No es de extrañar que, esta ruta que, cruza España de sur a norte, tenga en su haber un alto valor patrimonial, cultural y natural. A lo largo de la historia, ha constituido uno de los caminos de la península con mayor importancia, siendo el corredor que conectaba el occidente de la península de sur a norte.
Bajo el mandato del emperador romano Augusto, fue trazada toda la extensión de la vía. Actualmente, todavía pueden observarse los espectaculares restos de la calzada romana original, puentes de la época y algunos de los numerosos miliarios que marcaban la vía a los transeúntes que por ella discurrían.
Posteriormente, esta ruta, fue utilizada como camino de conquista durante las invasiones a las que fue sometida la península desde el sur a partir del siglo VIII. A su vez, fue utilizada como la vía para la reconquista por parte de los cristianos que repoblaban el territorio cristiano. Con el paso del tiempo, se convirtió en la vía de acceso con mayor importancia para los peregrinos que, desde el sur de España, emprendían el camino hacia Santiago de Compostela. Pero esto surgió con el paso del tiempo, de los siglos y de muchas otras situaciones de las que la vía fue protagonista.
Cuatro comunidades, mil kilómetros
Hacer este camino con el objetivo de llegar a Santiago, es toda una hazaña. Cruzar el país a través de toda su parte occidental, pasando por Andalucía, Extremadura, Castilla y León para finalmente, atravesar Galicia y llegar a Santiago, es una aventura de mil kilómetros a pie.
Tras convertirse en una vía oficial para trazar el Camino de Santiago desde el sur peninsular, la Vía de la Plata, alimenta de peregrinos el camino Francés a su paso por Astorga, punto donde se origino la vía inicialmente. En su variante Sanabresa, gira hacia A Gudiña.
La extensa Vía de la Plata, atraviesa ocho provincias y más de cien municipios entre los cuales podemos pararnos a descansar en Abuela Maxi, un alojamiento rural en mitad del camino. Una de las mayores características de este camino, es la distancia entre los diferentes puntos que definen cada etapa, más largas que las que poseen otros itinerarios del Camino. Sin embargo, a todo aquel que se aventure a seguir esta ruta, se le brinda una oportunidad única de descubrir la belleza y riqueza cultural de sus increíbles parajes naturales.
Calzadas, puentes romanos, miliarios, construcciones milenarias, etc., se aúnan a esos parajes naturales, convirtiendo a este peculiar camino en una de las grandes joyas arqueológicas del pasado romano de nuestra tierra. Sin olvidar que une dos ciudades que, en aquellos tiempos, gozaban de gran popularidad y eran consideradas clave para el Imperio: Astorga y Mérida.
Durante siglos y siglos, la Vía de Plata, fue considerada una de las principales vías para cruzar el país. Hasta finales del siglo pasado que, tras la construcción de una línea férrea que une Palazuelo y Astorga junto a la Carretera Nacional que une Gijón y Sevilla, quedó en un lugar relegado. Fue entonces que se abandonó a su suerte y los cuidados no han sido atendidos por ninguna de las administraciones competentes. Algo que no deja de sorprendernos, debido a la importancia original de la vía y que se considera como una parte esencial para emprender el camino de peregrinación a Santiago.
Aunque el trazado de la vía tenia un cometido especial, se intuye por su nombre, se olvida que se construyó con objeto de disponer de una ruta de acceso más rápida desde el sur, hacia el norte de la península y de este modo, poder transportar la plata, entre otras cosas. La construcción de esta calzada romana, tenia un dos puntos clave que unir y un objetivo claro que cumplir. Como ya decíamos al principio, fueron los sucesores de su “creador” quienes decidieron prolongar la vía en ambos sentidos. De tal manera que España, se encontrara unida desde el sur hasta el norte por una única vía, más rápida y directa, dentro de su extensión y las vicisitudes propias de la época.
Vayamos por partes
Hacerse mil kilómetros a pie no es una tarea fácil. No se puede hacer deprisa y corriendo por mucho que uno lo pretenda. Las cosas, con calma. Como recomiendan los que ya han hecho esta ruta, lo mejor es hacerlo por etapas, de forma relajada para poder disfrutar, conocer y comprender mejor todo lo que ofrece este camino.
A diferencia de lo que ocurre con el Camino de Santiago, no existe ningún texto clásico que divida en etapas el trayecto que discurre entre Mérida y Astorga, aun así, es fácil encontrar diversas fuentes en las que dividen la ruta de la forma que resulta más adecuada.
Para el trayecto mencionado, el original que, comprende Mérida y Astorga, se recomienda hacerlo en quince etapas como mínimo. De esta manera se permite un disfrute absoluto de las diferentes ciudades y paisajes que componen la ruta.
Los diferentes caminos que hay que seguir dentro de la ruta, son de una belleza insólita. Ciudades como Salamanca, Cáceres, Plasencia o Zamora, merecen su particular parada y visita con detenimiento.
No hay que olvidar detenerse de cuando en cuando y sentarse en una roca o junto a un árbol para contemplar lo que el entorno nos ofrece.
Ahora bien si pretendemos hacer la ruta entera, con todo lo que ello conlleva, nos encontramos con treinta y siete etapas. Desde Sevilla, hasta Santiago. Mil kilómetros de recorrido que llevan al peregrino a cruzar el país en toda su extensión y en todo su esplendor.
Lo mejor de este tipo de rutas de largo recorrido es que puedes elegir el punto de partida, el de llegada, hacerlo en diferentes ocasiones, continuando donde los dejaste, etc. Se trata de algo flexible que puedes adaptar a tus circunstancias o simplemente, seleccionar la etapa que mas te interese y realizarla.
Hacer este tipo de caminos a pie, no implica únicamente caminar sin tregua y descubrir parajes que, de otra manera, no encontrarías. Conlleva un acercamiento a otras culturas, a otras épocas y maneras de ver la vida. Adentrarse en las ruinas romanas, evocar a quienes construyeron esas calzadas, comprender que hubo otro tiempo en el que la única manera de llegar a un destino era a pie… Cobrar conciencia de que disponemos de muchas facilidades gracias a que otros, antes, fueron capaces de crear esos caminos.
Indudablemente, la Vía de la Plata es una de las que menos paso de gente lleva hacia Santiago. Los caminantes, prefieren sendas más habituales. Sin embargo, partir desde Sevilla hacia Santiago a través de este camino, es pisar los cimientos de un camino que ya estaba antes de que los pastorcillos vislumbraran un misterioso resplandor en el monte Libredón allá por el siglo IX. Caminar por esa vía trazada por los romanos entre las ciudades de Emerita Augusta y Asturica Augusta con siglos de antelación a la llegada de esa fiebre que en la Edad Media acometió a los fieles que anhelaban rendir culto al apóstol para lavar sus pecados.
No se puede negar que llevar a Santiago por este medio sea una de las duras y exigentes aventuras. Los caminos son solitarios en su mayoría y las etapas, largas e interminables. Aun así, bien merece la pena la odisea, no ya por alcanzar la ansiada Compostela, tan solo por comprender de donde venimos, comprobar parte de nuestros orígenes y como los mismos, han determinado nuestra existencia de manera diferente, en cada punto del país. La diversidad que ofrece nuestra tierra, de punta a punta, tan variable y diferente, siendo todos, parte de la misma esencia y, a la vez, cada ciudad, cada localidad, con sus matices diferentes.
Puedes cruzar el país en coche, en tren o en autobús, pero la mejor manera de conocerlo es hacerlo con tus propios pies. Con calma, con tiempo y siguiendo la Vía de la Plata.