Las viviendas vacacionales en Lanzarote

Lanzarote ha hecho algo admirable ha abierto sus puertas al turismo sin perder su alma. Sus paisajes volcánicos, sus casas blancas y su cultura siguen ahí en muchos casos, se ha apostado por un turismo que respeta. Esa forma de crecer ha sido parte de su encanto. Pero no todo ha sido fácil. Con los años, la isla ha sentido el peso de tanto visitante se nota en los recursos, en el acceso a la vivienda y en los espacios comunes.

En este escenario, las casas vacacionales han ganado terreno frente a los hoteles, ofrecen algo distinto. Una experiencia más cercana, más real dormir en un barrio, ir al mercado local, vivir como uno más. A muchos les encanta pero también tiene consecuencias zonas tranquilas se han convertido en lugares de paso constante y eso cambia la vida de quienes viven allí.

El impacto va más allá de lo que se ve suben los precios del alquiler faltan viviendas para quienes trabajan y hacen su vida en la isla. Y el ambiente de comunidad se resiente lo que parecía una solución, hoy necesita equilibrio Lanzarote tiene por delante un reto importante seguir recibiendo con los brazos abiertos, pero sin olvidarse de cuidar a los suyos.

Impacto económico y social

El crecimiento de las viviendas vacacionales ha traído efectos claros en la economía. Por un lado, ha sido una fuente de ingresos para propietarios, negocios locales, bares, comercios y servicios. Por otro, ha provocado un aumento en los precios de la vivienda y una disminución de la oferta para residentes. Muchos vecinos, sobre todo jóvenes y familias trabajadoras, tienen hoy más difícil encontrar un hogar accesible.

La expansión de estos alojamientos también genera preguntas legales, ambientales y urbanísticas. Las autoridades se enfrentan al reto de fomentar un turismo rentable, sin perder la esencia de la isla. Proteger su entorno, su identidad y su tejido social se ha vuelto urgente.

¿Qué son las casas vacacionales?

Se trata de viviendas que se alquilan por cortos periodos, con fines turísticos. A diferencia de hoteles, muchas están gestionadas por particulares a través de plataformas como Airbnb, Booking o Vrbo. En Lanzarote, muchos propietarios optan por esta vía, priorizando la rentabilidad frente al alquiler tradicional. Esto ha dado lugar a una nueva forma de turismo, más flexible y cercana, pero también más difícil de controlar.

El auge del turismo en Lanzarote

Desde hace décadas, Lanzarote es uno de los destinos favoritos en Canarias. Su clima, sus paisajes volcánicos y el legado de César Manrique han construido una imagen muy valorada. Con el auge de la economía digital, el tipo de turista ha cambiado ya no solo buscan paquetes cerrados quieren experiencias a medida, casas únicas vivencias auténticas.

Consecuencias en el acceso a la vivienda

Uno de los temas que más preocupa a quienes viven en Lanzarote es el impacto real que están teniendo las casas vacacionales en el acceso a la vivienda. Lo que antes eran hogares llenos de vida, con vecinos de siempre, familias, niños en las plazas, ahora son espacios vacíos entre semana, y llenos de maletas los fines de semana. Casas convertidas en alojamiento turístico, donde la rotación es constante y el arraigo se diluye.

En lugares como Arrecife, Playa Blanca o Tías, encontrar un piso a precio razonable se ha vuelto cada vez más complicado. Los alquileres suben sin parar, y la oferta para residentes baja cada año. Los jóvenes no pueden irse de casa, las parejas con hijos se ven obligadas a compartir vivienda, y muchas personas que trabajan en la isla en hospitales, escuelas, comercios o bares tienen que hacer malabares para pagar un techo. La vivienda, que debería ser un derecho y una base para construir una vida digna, se ha convertido en una preocupación diaria.

La respuesta institucional

El Gobierno de Canarias intentó regular el fenómeno con el Decreto 113/2015. Este documento establece requisitos para operar legalmente: registro, declaración responsable, condiciones mínimas de calidad y seguridad. Aun así, las opiniones están divididas. Hay quien pide más controles y quien exige más flexibilidad.

Uno de los grandes debates es si se debe limitar este tipo de alquiler en zonas tensionadas o residenciales. El objetivo: garantizar el derecho a la vivienda y proteger la convivencia.

Lo que piensan los vecinos

La opinión sobre las casas vacacionales en Lanzarote está dividida, y no es para menos para muchas personas, este modelo ha traído oportunidades reales. Gracias al turismo, algunos propietarios han logrado rentabilizar sus viviendas y salir adelante. En zonas que antes pasaban desapercibidas, ahora hay vida, actividad comercial y empleo. Los bares tienen más clientes, las tiendas venden más, y los negocios de limpieza, mantenimiento o reformas han encontrado una fuente constante de trabajo. Esta parte de la historia es importante para muchos, ha sido una forma de reactivar la economía local.

Pero hay otra cara, que preocupa a cada vez más vecinos en algunos barrios, el aumento de casas vacacionales ha cambiado completamente la forma de vivir. Donde antes había vecinos que se conocían y compartían su día a día, ahora hay un ir y venir constante de personas que solo están unos días. El ruido, la falta de descanso, los cambios en el paisaje urbano o la subida de los alquileres son problemas reales. Para quienes viven en Lanzarote todo el año, encontrar una casa a un precio razonable se ha vuelto difícil. Y no solo afecta a familias jóvenes o con pocos recursos, también a trabajadores esenciales que ya no pueden permitirse vivir cerca de su trabajo.

Sostenibilidad

Lanzarote es una isla con recursos limitados y un ecosistema muy sensible. Si no se gestiona bien el turismo, el impacto puede ser grave. Más visitantes implican más presión sobre el agua, la energía, el transporte y los residuos. También sobre la tranquilidad de los que viven allí.

El turismo debe ser sostenible. Las casas vacacionales también tienen que adaptarse. Reducir su huella ecológica, respetar el entorno, cuidar de la cultura local. Ese debe ser el camino.

Buenas prácticas que inspiran

Por suerte, en medio de tanta preocupación, también hay señales de esperanza Lanzarote no solo está viviendo un auge turístico, también está viendo nacer formas más responsables de acoger a quienes la visitan. Hay personas que han decidido hacerlo bien en lugar de pensar solo en el beneficio rápido, han apostado por un modelo más consciente, que respeta la isla y cuida a quienes la habitan.

Algunos se han unido a proyectos de ecoturismo, otros han optado por el turismo rural o la economía circular. Muchos priorizan trabajar con proveedores locales, contratar gente de la zona o colaborar con asociaciones culturales. No se trata solo de alquilar una casa bonita se trata de formar parte de la comunidad, de dejar una huella positiva. De ayudar a que Lanzarote crezca sin perder lo que la hace única.

El papel de los ayuntamientos

Los municipios son actores clave a través de los planes urbanísticos, las licencias o los controles administrativos, pueden marcar el rumbo. Regular la cantidad de viviendas turísticas promover vivienda pública impulsar espacios de diálogo entre vecinos, propietarios y operadores turísticos.

Desde Alohey, por ejemplo, nos recuerdan la importancia de cumplir la normativa, ofrecer calidad y mantener un trato cercano con los huéspedes. No es solo cuestión de ley, sino de responsabilidad social.

Algunas zonas ya han empezado a actuar han pausado nuevos permisos o exigen informes de impacto social son pasos que, aunque polémicos, responden a una necesidad real recuperar el control.

Mirando al futuro

El futuro de las casas vacacionales en Lanzarote aún está por escribirse y lo que se decida hoy marcará el bienestar de mañana. No se trata de decir sí o no a este modelo de alojamiento se trata de pensar con sentido común, de escuchar a la gente que vive allí todo el año, y de entender que lo que está en juego es mucho más que una forma de hacer turismo. Si no se regulan con cuidado, estas casas pueden alterar el alma de los barrios, encarecer la vida y hacer que muchos vecinos tengan que marcharse del lugar donde siempre han vivido.

Por eso, hace falta actuar con equilibrio apostar por una planificación urbana que mire a largo plazo, no solo al beneficio rápido. Poner freno a la especulación, proteger el derecho a una vivienda digna y mantener vivas las comunidades. Lanzarote no puede convertirse en un escaparate solo para turistas, donde cada rincón tenga un precio, pero nadie pueda quedarse a vivir. También es clave que quienes alquilan sus casas con fines turísticos cumplan con sus obligaciones. Que paguen sus impuestos y ayuden a sostener todo lo que hace que la isla funcione cada día: colegios, hospitales, carreteras limpias, seguridad.

Las casas vacacionales ya forman parte del paisaje no son una moda pasajera ni algo que desaparecerá con el tiempo. Responden a una manera distinta de viajar, más libre, más cercana, más humana muchas personas buscan esa experiencia de vivir como un vecino más, aunque solo sea por unos días. Por eso, no se trata de eliminarlas, sino de repensarlas porque si crecen sin límites, acaban afectando lo más valioso la convivencia, el acceso a la vivienda y el equilibrio del entorno.

Lanzarote merece que se piense bien cómo seguir creciendo hace falta poner normas claras, que cuiden a quienes viven aquí todo el año. Reglas que no frenen el turismo, pero que tampoco olviden que esta isla es, ante todo, un hogar se puede ofrecer una experiencia cercana a los viajeros sin poner en riesgo a quienes forman parte del alma de los barrios. Se puede abrir la puerta a quienes llegan, sin empujar fuera a quienes siempre han estado.

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