La verdad es que nunca imaginé que estaría contando esta historia. Soy de esas personas que nunca llamó la atención. De esos niños al que nunca elegían el primero para formar el equipo de fútbol. De esos adolescentes en los que las chicas nunca se fijaban por su físico. Pero tengo claro que la vida da muchas vueltas.
Me presento. Me llamo José Carlos y tengo 40 años. Y cuando me preguntan a qué me dedico, suelo decir “a ser feliz”. Y eso que trabajo. Hoy soy de esas personas que viajo por el mundo, tengo una empresa que factura cifras que antes solo veía en revistas, y aparco mi coche en un parking exclusivo en el centro de Madrid como quien va a comprar el pan. Palabra de empresario de éxito.
Hoy, como os digo, viajo tanto que los aeropuertos se han vuelto una segunda casa para mí. Y como cada minuto cuenta, hace tiempo decidí no perder ni un segundo buscando sitio para aparcar. Siempre dejo el coche en un parking de lujo que se llama Orbit Parking y es algo que recomiendo a todo el mundo, que hay en el centro de Madrid. Es rápido, seguro, y cuando regreso de algún vuelo agotador, tener mi coche limpio, esperándome, casi se siente como volver a casa. Eso es algo que un pequeño capricho, pero muy merecido.
Pero ojo, no siempre fue así. Os lo puedo jurar y en este caso narrar.
Hace unos 15 años, trabajaba de sol a sol en una oficina donde apenas veía la luz natural. No tenía ni síntomas de lo que iba a pasar en el futuro. Eso sí, soñaba en grande, pero vivía en pequeño. Tenía claro que quería algo más, aunque durante mucho tiempo no supe el qué ni el cómo. Y quizás esa era la cuestión, que tenía que pensar en qué yo podía llegar a donde quisiera. Pero eso sí, con los pies en el suelo.
No me valen esos consejos que te dan de mundo maravilloso de que puedes lograr todo lo que te propongas. Os cuento, yo miedo 1,60, está claro que no soy un hombre de altura, por lo tanto aunque me proponga llegar a la NBA no voy a llegar, por lo tanto, ese sueño no me vale. Lo que nos tenemos que plantear son sueños alcanzables y a los que podamos llegar, y en este caso, con 160 centímetros dudo mucho de que pueda llegar a poner un tapón a Lebron James.
Todo cambia
Todo cambió en mi vida cuando decidí dejar ese trabajo seguro (y gris) para montar mi propio negocio. Sí, parece que en esta vida si quieres triunfar tienes que arriesgar a ser empresario. Y ya os digo yo que en España no es nada fácil, y menos con este Gobierno que parece que se piensa que todos somos Amancios.
Os digo que no fue de la noche a la mañana; hubo noches sin dormir, meses de incertidumbre y varias veces en las que estuve a punto de rendirme. Pero poco a poco, con mucho esfuerzo —y sí, algo de suerte—, la cosa despegó. Digo algo de suerte aunque tengo claro que la suerte es encontrarte un billete de 50 euros en la calle, normalmente el éxito siempre va de la mano del trabajo y del esfuerzo. Y en este caso la suerte poco tiene que ver.
Así, lo que empezó siendo una consultora de marketing digital terminó convirtiéndose en un grupo empresarial que ahora opera en varios países.
Una vida de aeropuerto
A veces, cuando paso por esas calles camino al aeropuerto, recuerdo al José Carlos que corría a todas partes en metro, soñando con tener un coche decente o siquiera tiempo para respirar. Y me sonrío. No porque todo haya salido perfecto, sino porque me atreví a dar el salto.
Y esto es lo que os quiero decir a todos vosotros, que de verdad si queréis triunfar en algo tenéis que pensar que podéis llegar. Ahora bien, ya os digo que será un camino complicado con muchas piedras pero que a base de esfuerzo y sacrificio podéis recorrer. Luego será el momento de hacer balance y pensar si todo ha merecido la pena. Porque ahora que acabo este texto donde he abierto mi corazón os voy a decir una cosa, tengo un ‘pero’ a toda esto, no he conseguido hacer una familia. Supongo que las chicas seguirán sin fijarse en mí a primera vista.